Más Allá del Juego

4 Pijamada

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Maria

Mis hijos, como era de esperarse, se pusieron como locos de felicidad al enterarse de que iban a tener una pijamada con su mejor amigo.

<<Como si necesitaran más azúcar en su sistema, ahora tendré triple dosis de energía descontrolada>>.

Pasamos por Andrés el sábado a las 6 de la tarde, esto para darle tiempo a Marce de arreglarse para su cita. La mujer no podía con los nervios, parecía quinceañera esperando a que llegara su noviecito.

—¡Contrólate, carajo! —exclamo mientras la veo dar vueltas por toda la recámara, tropezando con los zapatos que ha descartado en el piso. Al menos ya eligió uno de los quince outfits que se probó.

—Lo intento, amiga, pero de verdad, ¡los nervios me pueden! —Se detiene frente al espejo y se acomoda por milésima vez el escote de su blusa negra.

—Ok, respira hondo por la nariz y déjalo salir poco a poco. —Nos sentamos en la orilla de su cama king size y aplicamos ejercicios de respiración para intentar aplacar su ansiedad. El aroma de su perfume nuevo inunda la habitación mientras intenta seguir mi guía, pero es imposible. Sus manos no dejan de temblar.

—No sé qué me pasa. ¿Desde cuándo yo me pongo tan nerviosa al salir con alguien? ¿Cuántas citas he tenido desde que me divorcié? ¿3… 4? —Se levanta de un brinco y empieza a caminar de nuevo.

—Han sido tres —respondo mientras recojo del piso un vestido rojo que descartó hace media hora—. Pero seamos honestas, ninguna te interesaba. Es más, ni siquiera buscabas algo en especial que ponerte. Con trabajos y te maquillabas.

—¡Exacto! ¿Entonces por qué ahora me siento así? —Se lleva la mano a la frente y se despeina el flequillo que tanto trabajo le costó acomodar. Ese gesto tan suyo que hace cuando algo le preocupa de verdad.

—Tranquila —me paro y le acomodo el cabello con cariño—. No pienses más de la cuenta, solo deja que las cosas fluyan y ya. Disfruta el momento y vete a cenar rico con ese morenazo. <<Que está como quiere el desgraciado>>. Y de Andrés ni te preocupes, yo me encargo. Ya traemos las palomitas, pizza y refrescos. Mañana pasas por él a la hora que te plazca, es más, si quieres llegar hasta la noche, por mí encantada —le guiño un ojo con complicidad—. Mañana los llevo a dar una vuelta al parque.

—Gracias, Perris —Me da un abrazo tan apretado que casi me saca el aire. El aroma de su perfume nuevo me envuelve por completo—. De verdad, no sé qué haría sin ti.

—No pasa nada, Nena. Yo solo quiero verte feliz —Le correspondo el abrazo con todo el cariño que le tengo a esta loca, mientras escucho los gritos emocionados de los niños desde la sala—. Apúrate, para que te pongas más guapa. Yo ya me llevo a estos pequeños demonios antes de que destruyan tu sala.

–Ok amiga. Mañana te mando mensaje y me dices en dónde están para pasar por él.

—Tú no te preocupes por nada más que por pasarla bien.

<<Y por contarme todos los detalles jugosos mañana>>.

Apuro a los niños para que se suban al coche. Están que se mueren de felicidad, como si no se vieran toda la semana en la escuela. Como si no pasaran juntos 8 horas diarias, 5 días a la semana. Es más, actúan como si fuera la primera vez que Andrés se queda a dormir en casa, aunque la única diferencia es que esta vez Marce no se queda, y eso lo tiene fascinado.

Ya casi para meterme al coche del lado del piloto, me detengo para despedirme de ella con nuestro ritual de siempre: besito en la mejilla y abrazo. Me acerco a su oído y en voz baja le digo:

—Amiga, solo te pido un gran favor… —Ella pone esa cara que reserva para cuando hablamos cosas serias: fija sus enormes ojos cafés en los míos, parpadea un par de veces y borra toda sonrisa de su rostro. Como si le fuera a confesar un crimen.

—Dime —susurra con preocupación.

—Por favor, fíjate muy bien que tu brasier y tanga combinen, y por vida de Dios, asegúrate de que no tengan hoyos.

Nuestra carcajada rompe la tranquilidad del fraccionamiento. Por un momento me pregunto si los vecinos chismosos estarán asomados por sus ventanas.

—¡Eres una estúpida! —me empuja suavemente mientras se limpia las lágrimas de risa.

Me subo al coche, cierro la puerta y arranco con precaución para salir del fraccionamiento. Por el retrovisor veo a los niños que no caben en sus asientos de la emoción.

<<Como si les hubiera dicho que vamos a Disneylandia>>.

En quince minutos estamos en mi departamento. Bajamos todas las provisiones del coche junto con la mochilita de ropa de Andrés y subimos por el elevador al tercer piso donde se encuentra mi departamento. Al momento de entrar, salen disparados como cohetes al cuarto de mis hijos y comienzan su ritual de destrucción masiva con el sacadero de juguetes.

<<¡Estas madres!, juro que cada vez que los guardo se multiplican>>.

Y ahí se pierden el resto de la tarde, mientras yo saco los colchones inflables y convierto el sofá de la sala en una cama improvisada. Este será nuestro campamento esta noche. Entre pijamas de algodón, sábanas, cojines, pizza, tazones de palomitas y refrescos, nos acomodamos a ver dos películas seguidas, hasta que uno a uno van cayendo en los brazos de Morfeo. Así nos dan la 1 am.

Mirando la película de superhéroes, mi mente comienza a divagar.

<<¿Cuándo fue la última vez que sentí mariposas en el estómago por alguien?>>

Pienso en lo bonito que sería conocer a alguien con quien tuviera la química que, a leguas se ve y se siente, tienen Marce y Juan Carlos. Esos dos están que se derriten el uno por el otro. Solo es cosa de estar a su lado para sentir esa tensión sexual que hay entre ambos, como si el aire se electrificara cuando están cerca. Con razón mi flaca estaba que se trepaba por las paredes. Esa es la razón de sus nervios, es algo tan fuerte que se percibe y ella lo sabe, solo que se resiste.

Solo espero que ese morenazo no le falle a mi flaca, si no, va a conocer al diablo en persona.

La mañana siguiente, o sea domingo, el día comienza a las 7 am. ¿Qué clase de tortura es esta? De plano, estos niños no pueden dormir más tarde, su reloj biológico está tan programado a despertar a las 5:30 am que dormir más allá de las 7 les es imposible. Yo lo sigo viendo como una falta de respeto a mi día de descanso.

<<Domingo: el único día en que puedo hibernar hasta que el sol se ponga y estos demonios me lo arruinan>>.

Tranquilamente y sin remordimientos podría estar en la cama hasta las 12 del día, pero no en esta ocasión, ya que tres ratones me despiertan con el crujir de las palomitas que sobraron de anoche.

Me levanto como resorte al escuchar el ruido. ¿Palomitas frías a las 7 de la mañana? ¡Ni madres!. Rápidamente les decomiso los tazones que tienen entre las piernas y los sustituyo por unos vasos de licuado de chocolate con plátano.

<<Así está mejor >>.

Por mi parte, me preparo una gran taza de café. Definitivamente sin mi café mañanero no soy persona, y menos con esta cruda de sueño. Mi rutina diaria comienza en abrir los ojos y arrastrarme cual zombie hacia la cafetera. El aroma del café debería ser considerado terapia.

A las 10 am estamos desayunando huevos revueltos con jamón. Después de levantar todo nuestro campamento y dejar todo limpio y despejado —porque una cosa es ser madre moderna y otra ser cochina—, nos subimos al coche y me los llevo al parque que está cerca del departamento. Ahí pueden subir, bajar, trepar, arrastrarse, correr, gritar… o sea, quemar toda esa energía que, al parecer, en estos niños es tan infinita como mi necesidad de café.

Me acomodo en una banca debajo de un árbol que da una sombra deliciosa. El único lugar decente para una madre agotada en este parque. Saco un libro de mi mochilita y me concentro en la lectura, aunque cada cinco minutos levanto la vista para ubicar a los chicos que siguen jugando como si tuvieran un motor de cohete espacial. De vez en cuando vienen corriendo, todos sudados y rojos, para tomar agua y salen disparados al siguiente juego como si los persiguiera algún aluxe.

De repente, me llega un mensaje de Marce preguntando dónde estamos.

<<¿Tan temprano? Algo pasó aquí>>

Le mando la ubicación en seguida y ella responde que llega en 20 minutos. Me quedo pensando si todo habrá salido bien en su cita. No me esperaba que escribiera tan temprano… esto huele a historia jugosa. Me urge que llegue para comenzar mi interrogatorio. Cuando me lo propongo, ni la Fiscalía General me llega a los talones en esto de sacar información.

La veo en la entrada del parque, con vaqueros, camiseta y lentes de sol. Se ve radiante… ¡Uy! Esto huele a historia buena. Su sonrisa me tranquiliza instantáneamente. Nos saludamos como siempre, con nuestro ritual de beso y abrazo. Andrés, Nicolás y Leonardo no tardan en lanzarse sobre ella como cachorros emocionados, contándole atropelladamente el resumen de su pijamada, pero así como llegan, se van de nuevo disparados a los juegos.

Nos acomodamos en la banca, una en frente de la otra, con las piernas flexionadas en posición semi flor de loto. Parecemos quinceañeras a punto de confesarnos quién nos gusta.

—¿Cómo te fue? —Ya no puedo más con la curiosidad. Ella duda unos segundos en responder y eso me inquieta.

<<¡Ay no! ¿Será que el morenazo la cagó?>>.

—Estuvo muy bien… —Se calla otros segundos, como queriendo escoger las palabras. <<¡Habla ya, mujer!>>—. Pasó por mí, me llevó a un restaurante muy bonito, cenamos, tomamos unas copas de vino y platicamos mucho… demasiado. Nos dieron las 2 de la mañana en el lugar y nos fuimos a su departamento…

Me tapo la boca con ambas manos, conteniendo un gritito.

<<¡Ah caray! ¡Esto se pone bueno!>>.

—¡Aja! ¿Y luego? —me inclino hacia ella como si me fuera a contar el secreto de la vida eterna.

—Llegamos a su departamento, nos acomodamos en la sala. Él destapó otra botella de vino tinto. Para esto yo ya llevaba tres copas que me había tomado durante la cena, y todo bien. No me sentía ni mareada, ni achispada… nada. Solo me sentía cansada… —Para su relato otros segundos que me ponen de los nervios.

—¿Y luego? —<<¡Por el amor de Dios! ¿Por qué hace tantas pausas dramáticas?>>.

—Seguimos platicando, y de repente, él me dice que lo espere, que no tarda, va al baño y en esos minutos, aproveché para quitarme las zapatillas que ya me estaban matando, subí los pies, recosté mi cabeza en uno de los almohadones de la sala y… —Se calla, me deja en espera. <<La voy a matar>>.

—¿Y qué, babosa? ¿Y QUÉÉÉ? —Mi ansiedad me puede. El suspenso me está matando y ella lo sabe, la muy desgraciada.

—Y me quedé dormida —Su cara es de incredulidad total. Sus enormes ojos cafés están más abiertos que platos soperos y comienza a reírse como loca.

—¡No mames, Marcela! —Mi voz suena como chirrido de puerta oxidada.

—¡Sí, wey! —se carcajea—. ¡Me quedé dormida y desperté hasta las 8! —El color de su cara es de un rojo brillante. Se la tapa con ambas manos como niña regañada.

—¿Y él? ¿En dónde se quedó? ¿Qué pasó después? —Esta mujer me va a provocar un infarto.

—Me desperté en el sillón donde me acomodé, solo que tenía una manta encima. Y él estaba dormido en el sillón continuo, pero él sí se cambió a un pantalón de pijama y una playera de algodón. Yo desperté con todo puesto. Eso sí, con una bubi casi perforada por la varilla del brasier que se enchueco todo por la posición en la que me quedé.

Mi cara debe ser un poema. ¿Neta se quedó dormida? ¿DORMIDA?. Ella continúa con su relato, mordiéndose el labio para contener la risa.

—Me levanté del sillón y me fui de puntitas al baño. Me puse algo decente, porque la verdad sí estaba bien pinche incómoda de ver —hace gestos exagerados mientras habla—. Ya sabes, el delineador corrido como mapache, las greñas de bruja recién electrocutada, ojeras de panda y una enjuagadita de dientes con medio frasco de enjuague bucal, porque sentía que se me había muerto algo en la boca.

—Espera, espera, espera —La interrumpo porque hasta ese momento había omitido un detalle DE LO MÁS importante. <<¿Cómo que no ha mencionado la parte jugosa?>>—. En ningún momento me has hablado de besos…

—Pues porque hasta ese momento no había habido besos —se encoge de hombros.

—¿No te besó en toda la noche? —¿Qué clase de hombre deja ir una oportunidad así?.

—No… pero espera, deja te termino de contar —Me pide paciencia mientras yo casi me como las uñas—. Cuando llegué a la cocina lo saludé y me disculpé por haberme quedado dormida, la verdad sí me dio mucha pena con él. Pero su respuesta me gustó… me dijo: “Ha sido una noche interesante”. Al parecer le hizo gracia que quedara inconsciente en su sillón —sonríe como quinceañera enamorada—. Me sirvió mi café y hasta ese momento fue que me besó.

Me emociono como si estuviera viendo el final de una telenovela. ¡Awww! Las historias bonitas siempre me han movido algo en el corazón. Y que mejor que esta sea de mi mejor amiga.

—Y luego, ¿qué pasó?

—Nada… Preparamos el desayuno, comimos y después me llevó a mi casa. Nos despedimos con otro beso —suspira—. Me bañé, para bajarme el calentón del momento y aquí estoy, contándote la crónica de la cita más rara que he tenido en mi vida.

—Bueno, pero quedaron en verse después, ¿no? —¡Tiene que haber segunda parte de esta historia!.

—Quedamos en escribirnos. De vernos después no mencionamos nada… Yo espero que sí, porque la verdad me gustó mucho ese hombre. Aparte, huele delicioso.

Me quedo en silencio procesando todo su relato. Vaya que sí fue rara la ocasión. Pero estoy segura que ese hombre no dejará ir a mi amiga. No después de verla dormida y seguir ahí.

—Yo creo que estuvo bien —Espero unos segundos para hacer mi siguiente pregunta—. ¿Qué tal besa?

—Pffff… —se abanica con la mano—. ¿No te digo que tuve que meterme a bañar para bajarme el calentón que se me subió con tremendo besazo? Imagínate.

—No… No me imagino… Platícame —Me parto de la risa mientras muevo las cejas sugestivamente.

—¡Nooo, pinche morbosa! —Me avienta un manotazo—. No quiero darte detalles para que me incluyas en tus fantasías, sucia. Solo te diré que me metió la lengua hasta la garganta.

Nos destornillamos de la risa como dos adolescentes. Ya sabía yo que no se podía guardar tanta información la descarada.

Después de un rato más, nos vamos con los pequeños a comer. De ahí, cada una nos dirigimos a nuestras casas con nuestros respectivos hijos, ya para descansar. El día, a final de cuentas, había estado movidito… y no precisamente como Marce esperaba.

© 2024 Lula Silva. Todos los derechos reservados. Esta obra está protegida por derechos de autor.
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